martes, 24 de junio de 2014

Narración desde el punto de vista de un niño - Las de Jorge.

Ocurrió en las pascuas de el año pasado. aquí, en Luisiana, me acuerdo por que era mi primera Konvlocation. No sabía realmente que significaba pero estaba entusiasmado de formar parte de algo y reunirme con los adultos. Dije sentado frente los nuevos reclutas.
Desperté con mi uniforme blanco en mi cama, mamá lo había bordado para mi. Me lo puse y me mire al espejo y reí. Me veía gracioso pero a la vez intimidante, parecía un fantasma. Mamá me dijo que no me ría para que papá no se enoje:“Cuidado nene, que papá no te vea tras el capirote, si no, te levanta la mano” decía la vieja, y sabía como asustarme.
El viejo, que miedo me daba, el Halcón, le decían. Nunca me dijeron, tuve que enterarme por mi cuenta, si no, ni una palabra. Era alto, alto. O desde abajo se veía así. Con una mirada que daba miedo, pensaba que tal vez esa era una razón para su apodo. Pero no.
Salí de mi habitación y me clavó una mirada de orgullo y sonrió. Se me hacía rara la sensación de hacerlo orgulloso, pero había que disfrutarla, por que no pasaba seguido.
A pesar de que se veía orgulloso, estaba furioso. Se le veía en los ojos, y en mamá, que se ponía nerviosa. Mamá ,me ordenó que vaya a mi cuarto. Obediente hice lo pedido y me pegue contra la puerta para escuchar.
-Los negros están yendo al palacio de justicia, lo van a ocupar- dijo papa
-No lo lleves al chico, es pequeño y la situación esta complicada- replico mamá
-Pero por favor tiene 10 años- levantó la voz el viejo,pero no logró intimidar a mamá
-Es sólo un niño- intentó terminar la frase, pero papá la calló de un golpe.
La casa se silenció. Pisadas, que parecían como truenos lo interrumpieron. Abrió la puerta de mi habitación, y con sus manos inmensas tomó mi brazo con fuerza. Me arrastro hasta la salida de la casa. Desde la ventana pude ver a mamá tirada en el suelo, inmóvil.
Caminamos largo rato, hasta un galpón enorme. Había muchos hombres, de capirote, también. Entraban al galpón y al rato salían con rifles. Papá me miró tras los agujeritos de su traje y me dijo, a nosotros nos toca lo mejor. Entramos y ahí entendí de que se trataba. Había un pequeño cañón esperándonos allí. Estaba sorprendido, siempre había soñado con tener un cañón. Era igual a mis replicas de plástico. Sólo que mucho más grande. Mientras apreciaba el arma, un hombre se me acercó.
-Hijo de…?- me pregunto
-Del halcón- respondí con toda mi atención centrada al cañón.
-el hombre adecuado para su cargo- y ahí lo mire, por que yo nunca supe que rol cumplía mi padre en su secta.
-¿Cual es su cargo exactamente?-
-Es el halcón nocturno, brinda seguridad al poder blanco- río y se retiró
Juntos sacamos al cañón fuera del galpón.” Ahora una ola de hombres vestidos de blanco se dirigen al palacio de justicia a limpiar la nación de esa mancha que nos ensucia, la raza negra. ¡Vamos hijo, vamos a hacer historia!” gritó el halcón con su mano tomada a la mía y la otra en alto. Y sin duda, ese día, haríamos historia.
El cañón era pesado, pero entre dos se soportaba. Con destino en Colfax y hambre de matar, los hombres levantaban sus puños y gritaban “poder blanco”. El camino era largo, pero no mostramos cansancio. y por primera vez me ergui, tome una bocanada de aire profundo y grite “¡poder blanco!” me siguió un coro de hombres, aplausos y otra vez esa mirada de orgullo. Y con este grito me convertí en uno más.
A pocos metros de Colfax ya se escuchaba el disturbio. Y con este primer indicio del lío de la ciudad, eché un pique, para ser el primero en ver el campo de batalla. Detrás mío el mar blanco que se hacía llamar el ku klux klan. Gritaban insultos a los negros y de nuevo “poder blanco”. Llegamos y embestimos a nuestros enemigos. Como toros llenos de ira y sedientos de venganza. corrí hacia mi padre para dar el primer cañonazo. Estábamos en ventaja. Uno por uno caían en el barro y volaban por los aires.
Nos turnábamos el cañón, y en mi quinto cañonazo, ya estaba solo. Me di vuelta para otorgarle el tiro al halcón. Pero este estaba tumbado en el suelo. una bala había chocado contra su pecho. Ensangrentado en el suelo, me miró por última vez, con su mirada orgullosa, luego miró al cielo y emitió débiles palabras, “poder blanco”.
Dejando de lado la masacre, me tire a su lado, llorando desconsoladamente. Quede dormido en su pecho.
Cuando desperté, se lo estaban llevando en una camilla. Camine a su lado con mi mano tomada a la suya. Sus ojos penetrantes, aún estaban abiertos, mirando al cielo. Deje al halcón volar, y lo mire hasta que desapareció en la neblina de la noche. Solo tres hombres del poder blanco habían muerto ese día, y uno de ellos había sido mi padre.